Hermanos, a las armas

Armadura de puro metal, forjada en la mejor herrería del pueblo, acompañada de una buena espada con el filo de acero valyrio, y una empuñadura de un metal sacado del propio infierno, dejando para los imprevistos un pequeño cuchillo en el bolsillo interno que mamá cosió y un machete a la espalda, que nunca sabemos con qué nos vamos a encontrar por el camino.
Dispuesto para la guerra, comienzas tu camino entre las sendas del frondoso bosque, siempre con la misión de salvar a tu gente, que para eso eres el héroe en kilómetros. Y aquí se presenta nuestro primer enemigo un adorable lobito que te mira con ojos de un pequeño cachorrito, pero antes de que saque sus garras ya le has rebanado la cabeza. Ahora que ha llegado el primero, los enemigos no dejan de aparecer, y como si de un monstruo se tratase, comienzas a repartir ostias a diestro y siniestro, un zombie se acerca por la izquierda, un orco a tu derecha, y no nos olvidemos de que detrás de ti un joker seboso quiere sorprenderte... Sin embargo, en dos segundos acaba el caos, con sus cabezas saliendo disparadas hacia todos lados y tú, salpicado de sangre, manchando tu armadura. Así que decides tomarte un descanso, y beber un poco de hidromiel...pero...¿qué es esto?, un jabalí ha aparecido de la nada y te ha pegado un empujón con su enorme narizota que te ha dolido más que cualquiera de los bocados que te ha metido ese lobo gris...
De repente, abres los ojos y lo entiendes todo, estás en el bar, con papá y mamá que siguen hablando de sus cosas aburridas de mayores, y el jabalí era un señor entrado en carnes que se ha tropezado contigo mientras luchabas con el taburete. Vista la realidad, prefieres volver a cerrar los ojos y vestirte de nuevo con tu preciosa armadura y sus punzantes complementos, nadie sabe que podrás encontrarte por el camino, ni siquiera tú.

1 comentario:

Murf dijo...

Jajaja vaya un niño notas, me ha dado envidia, quiero volver a esos tiempos en los que todo era posible cuando cerrabas los ojos